miércoles, 26 de enero de 2011

Ensayos


Los ensayos, para qué negarlo, son aburridos. Al menos, por norma general. Hay días en que lo pasas muy bien y todo eso pero, normalmente, repetir algo que ya sabes de memoria (nunca mejor dicho) se hace un poco pesado. Además te ves un poco ridículo ahí en el espejo.

Eso me pasa a mí. Es una gran pelea contra uno mismo la de sacar ganas y fuerzas para ensayar. Pero se consigue, no vayan a creer que el viernes nos plantamos en el escenario “a improvisar”. Reconozco que, en muchas partes, esquivo la mirada para no encontrarme con el tipo ese del espejo que habla solo y hace unos gestos raros… pero ensayar, se ensaya. Y mucho.

Además de los ensayos frente al espejo más formales, llevo unos dos o tres meses jugándome mi, ya de por sí escasa, fama de persona cuerda mientras “hablo solo” en el coche. Tengo grabado (con mi voz) el texto de “Novecento” en un CD y, hace tres meses que lo llevo puesto en el coche a todas horas. Y, claro, al final, además de escucharlo acabas doblando tu propia voz y repitiendo el guión en voz alta. La verdad es que me ha ayudado mucho a memorizar y a encontrar inflexiones de voz y todas esas cosas. Pero, claro, quienes se hayan cruzado conmigo o hayan parado su coche junto al mío durante este tiempo, me habrán visto hablando solo y encima con una expresividad envidiable… Gajes del oficio se llaman.

(También lo escuchaba en el MP3 mientras salía a correr pero, en este caso, no tenía aliento como para hablar a la vez así que al menos no me miraban raro)

En fin que esta mañana tenemos uno de los dos ensayos generales y, mañana por la tarde, el último y definitivo. Y en estos ratos anteriores es cuando dudas de si no te apetece ensayar por pereza o por miedo a que no esté tan bien preparado como creías.


Será la pereza. Seguro

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